worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


Las historias de los afganos recién liberados de Guantánamo: Fallos de inteligencia, mitos del campo de batalla y prisiones irresponsables en Afganistán (Primera parte)


22 de diciembre de 2007
Andy Worthington

En el primero de dos artículos, Andy Worthington, autor de The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America's Illegal Prison, examina el sistema de prisiones irresponsables gestionadas por el ejército estadounidense en Afganistán, disecciona algunos mitos y mentiras sobre los detenidos liberados y cuenta las historias de tres de los afganos que acaban de ser liberados de Guantánamo. Ambos artículos se publicaron en CounterPunch como un único artículo.

Durante la pasada semana, mientras la atención de los medios se centraba en la liberación en Guantánamo de dos trabajadores de ayuda humanitaria sudaneses, los 13 afganos que al mismo tiempo habían volado a Kabul apenas merecieron mención alguna. Las razones de este descuido son claras: en primer lugar, porque uno de los ex detenidos sudaneses, Adel Hamad, administrador de un hospital, se había convertido en algo parecido a una celebridad después de que sus emprendedores abogados publicaran un vídeo sobre su caso en YouTube, que provocó que un grupo de defensores estableciera una página en Interned dedicada a su causa; y, en segundo lugar, porque Hamad y su compatriota, Salim Adem, fueron liberados a su regreso y varios informadores pudieron reunirse con ellos.

En cambio, ninguno de los afganos pudo disfrutar de tales lujos. Se conocen muy pocas historias sobre ellos y, al llegar a Afganistán, fueron rápidamente encarcelados en una de las alas de Pol-i-Charki, la prisión principal de Kabul, que ha sido reequipada de nuevo por las autoridades estadounidenses. El olvido es inquietante porque la mayoría de las historias de los afganos demuestran una colosal ineptitud por parte del ejército y las Fuerzas Especiales estadounidenses en Afganistán, equivalente al menos a los fallos de inteligencia que llevaron a la captura de Adel Hamad y Salim Adem. Además, el encarcelamiento de esos hombres en un ala de la prisión reequipada por las autoridades estadounidenses plantea cuestiones incómodas sobre el papel del ejército estadounidense en Afganistán, seis años después de la invasión del país en octubre de 2001.


Prisión de Pol-i-Charki


Inexplicables prisiones estadounidenses en Afganistán

A pesar del nombramiento oficial de Hamid Karzai como Presidente del Afganistán post-talibán (y el primer dirigente democráticamente elegido en el país) el 7 de diciembre de 2004, el ejército estadounidense ha continuado actuando como potencia ocupante, reteniendo a cientos de prisioneros en la base aérea de Bagram (anteriormente utilizada para despachar a los detenidos hacia Guantánamo), incluyendo tanto a afganos como extranjeros, más una cifra desconocida de prisioneros en una serie de prisiones secretas y bases operativas adelantadas. Aislados de cualquier escrutinio exterior (excepto de los representantes de la Cruz Roja Internacional), esos prisioneros ni siquiera tienen la limitada representación legal de que disponen los detenidos en Guantánamo.

En marzo de 2005, cuando los periodistas Adrian Levy y Cathy Scott-Clark visitaron Afganistán, se encontraron con el Dr. Rafiullah Bidar, director regional de la Comisión Independiente Afgana por los Derechos Humanos, que acababa de formarse con financiación del Congreso estadounidense “para investigar los abusos cometidos por los señores de la guerra locales y asegurar que los derechos de las mujeres y los niños estuvieran protegidos”. Irónicamente, Bidar dijo a los informadores que a lo que habían tenido que dedicarse en esos momentos era a registrar las quejas contra el ejército estadounidense. “Se han dedicado a detener y acosar a miles de personas”, dijo. “Los que han sido liberados dicen que fueron retenidos junto a detenidos extranjeros que fueron traídos a este país para ser procesados. Ninguno está acusado. Ninguno está identificado. No se ha permitido que ningún observador internacional entre en las cárceles estadounidenses. Los arrestados declararon que habían sido tratados de forma brutal con tácticas casi imposibles de creer”. Hablando bajo anonimato, un ministro del gobierno se quejó también: “Washington presenta al mundo a Afganistán como una democracia naciente pero el ejército estadounidense no nos deja, deliberadamente, levantar cabeza, utilizando nuestro país para mantener un sistema carcelario que es ejercido arbitraria e indiscriminadamente y sin posibilidad alguna de control”.

Casi tres años después, esta situación no ha cambiado. Los abogados de la International Justice Network, con sede en EEUU, han cursado una demanda de habeas corpus potencialmente rompedora en nombre de un detenido en Bagram, pero el sistema por entero –al igual que en Iraq, donde al menos se mantienen 15.000 prisioneros sin acusación ni juicio- permanece impenetrable al control exterior.

Sin embargo, hasta abril de 2007, los detenidos liberados de Guantánamo -152 de los 220 encarcelados desde que se abrió la prisión en enero de 2002- esquivaron este inexplicable sistema de prisiones y fueron liberados a su vuelta a Afganistán, pero eso cambió con el reequipamiento de Pol-i-Charki con fondos estadounidenses, y ya no está claro si los 32 detenidos devueltos desde abril de 2007 han cambiado sencillamente Guantánamo por una forma aún más incontrolable de detención indefinida sin posibilidad de acusación ni juicio.

Mitos y mentiras: Detenidos que volvían al campo de batalla

Es probable que la excusa para encarcelar a los afganos que han vuelto en los últimos ocho meses sea la proclama, a menudo repetida por el ejército estadounidense, de que docenas de detenidos liberados habían vuelto al campo de batalla. Si así fuera, esto sería una falsedad extremada. No sólo las cifras son controvertidas, con sólo seis comprobados por quienes han estudiado las historias con algún detalle, sino que la administración estadounidense se ha negado también a reconocer la espantosa verdad sobre la responsabilidad de su pasada actuación al liberar a esos hombres.


Los talibanes liberados de Guantánamo incluyen a Abdullah Mehsud, un comandante talibán pakistaní, liberado en marzo de 2004, que se mató con una granada de mano al ser acorralado por fuerzas de seguridad en Pakistán en julio de 2007. Mehsud adquirió mayor notabilidad en octubre de 2004, después de que sus hombres raptaran a dos ingenieros chinos que trabajaban en un proyecto de una presa en Waziristan, cuando explicó que, en la época de su captura en noviembre de 2001, llevaba una tarjeta afgana de identidad falsa y que había conseguido mantener todo el tiempo que estuvo detenido que era un inocente miembro de una tribu afgana.

Otro fue Mullah Shahzada, liberado en mayo de 2003, que dio un nombre falso a los estadounidenses y proclamó que era un inocente comerciante de alfombras. “Se agarró a esa historia y estuvo bastante calmado durante todo el tiempo”, dijo al New York Times un oficial de inteligencia del ejército. “Mantuvo durante todo el período de tiempo que no era sino un inocente comerciante de alfombras que había sido secuestrado”. Después de su liberación, Shahzada se hizo con el control de las operaciones talibanes en el sur de Afganistán, reclutando combatientes al “contar historias horrendas sobre los malos tratos en las jaulas de Guantánamo”, y planeó una fuga en Kandahar en octubre de 2003, en la que sobornó a los guardias para que permitieran que 41 combatientes talibanes escaparan a través de un túnel. Su notoriedad post-Guantánamo terminó en mayo de 2004, al morir en una emboscada de las Fuerzas Especiales estadounidenses.

Mientras los comentaristas de derechas se aprovechaban de la liberación de Mehsud y Shahzada como prueba de que no debería liberarse a nadie de Guantánamo, Gul Agha Sherza, el gobernador post-talibán de Kandahar, ofreció una interpretación muy distinta, indicando que nunca habrían sido liberados si a los oficiales afganos se les hubiera permitido investigar en Guantánamo. “Conocemos todas las caras talibanes”, dijo, añadiendo que se habían rechazado todas las repetidas peticiones para acceder a los prisioneros afganos. La opinión de Sherzai fue reforzada por oficiales de seguridad del gobierno de Karzai, quienes, off the record, culparon a EEUU por la vuelta de los comandantes talibanes al campo de batalla, explicando que “ni los oficiales del ejército estadounidense, ni la policía de Kabul, que procesa brevemente a los detenidos cuando se les envía a casa, les consulta sobre los detenidos que liberan”.

De los 13 afganos liberados de Guantánamo la pasada semana, nueve han sido identificados. El resto, como las docenas de liberados en los últimos 18 meses, no tenían abogados (a los que avisar cuando sus clientes son liberados) y como consecuencia se desconocen hasta sus identidades. El Pentágono nunca revela los nombres de los detenidos que libera, y sin representantes de los medios de comunicación sobre el terreno en Kabul, al igual que ocurrió con las primeras tandas de detenidos liberados en 2002 y 2003, esos hombres permanecen tan perdidos para el mundo como lo estaban en Guantánamo.

¿Recluta talibán o comandante talibán?

El primero de los nueve capturados, Abdul Rauf Aliza, sigue siendo un enigma hasta este mismo momento. Detenido en noviembre de 2001 durante la caída de Kunduz, el último baluarte en el norte de Afganistán, fue retenido junto a miles de hombres en una mugrienta y atestada prisión de Sheberghan, controlada por el General Rashid Dostum, uno de los líderes de la Alianza del Norte contra los talibanes, siendo transferido después a la prisión estadounidense en la base aérea de Kandahar con otros nueve prisioneros afganos.


Uno de los nueve, Jan Mohammad, un panadero de la provincia de Helmand que había sido reclutado a la fuerza por los talibanes, fue uno de los primeros detenidos en ser liberado de Guantánamo en octubre de 2002. Después de ser liberado, explicó que la decisión de transferirle a Kandahar se produjo cuando algunos de los hombres de Dostum “dijeron a los soldados estadounidenses que él y otros nueve eran antiguos oficiales talibanes”. “Vinieron y cogieron a diez personas de aspecto fuerte”, dijo al periodista David Rohde. “Sólo uno de esos diez hombres era talibán”.

Es probable que el único miembro talibán transferido a Kandahar con Jan Mohammed fuera Abdul Rauf Aliza, que fue identificado por las autoridades estadounidenses como Mullah Abdul Rauf, un comandante talibán. Aunque Aliza defendió que había sido reclutado por el talibán, que le dijo que le quitarían su tierra si no lo hacía así e insistió en que sólo trabajó para ellos como cocinero, varios afganos liberados explicaron al periodista Ashwin Raman que Mullah Abdul Rauf, detenido en Guantánamo, era uno de los tres comandantes talibanes del norte de Afganistán. Dijeron a Raman que no había sido tan cauto con su identidad durante el tiempo que estuvo detenido en el Campo X-Ray, cuando “repetidamente suplicó a los estadounidenses que dejaran libres a muchos de los detenidos”, diciendo: “Esos no son talibanes, yo sí soy un talibán auténtico”.

Aunque esto sugiere que Abdul Rauf Aliza y Mullah Abdul Rauf eran la misma persona, es posible que el comandante talibán escondiera su auténtica identidad tras un nombre falso, como fue el caso de Abdullah Mehsud y Mullah Shahzada. Según los archivos del Pentágono, Aliza tenía sólo 20 años cuando fue capturado, por lo que sería demasiado joven para ser comandante de tropa, pero puede ser que la verdad, como ocurre con la mayoría de las historias de Guantánamo, no se descubra nunca.

“El número tres en la inteligencia talibán”

Dos de los otros detenidos liberados fueron capturados en diciembre de 2001. Gholam Ruhani, de 26 años, fue detenido con Abdul-Hag Wasiq, el viceministro de inteligencia talibán, y uno de los pocos antiguos dirigentes talibanes capturados por los estadounidenses, en una operación potencialmente peligrosa de las Fuerzas Especiales en Ghazni, al sur de Kabul. En aquel tiempo, Ghazni era un bastión talibán, pero cuando las Fuerzas Especiales recibieron un chivatazo de que un señor de la guerra local había arreglado un encuentro con Qari Amadullah, ministro talibán de inteligencia, sugiriendo que durante el mismo Amadullah podía proporcionar información que podría llevar a la captura de Osama bin Laden, su comandante, Gary Berntsen, aprobó la misión.

Al final, Amadullah no reveló nada y, desde luego, no tenía intención alguna de hacerlo. Oculto y a salvo en Pakistán, tras escapar de Afganistán, habló con un periodista a finales de diciembre, interrumpiendo la entrevista para contestar a una llamada telefónica, y declarando después: “El Mullah Omar y el Sheij Osama me piden personalmente que vaya a Uruzgan y tome el mando de los nuevos preparativos de la guerra de guerrillas, que empezará tan pronto como sea posible, y Vd. verá la noticia en los periódicos y en la BBC”. Como es lógico, al haber dado, de hecho, su itinerario a las fuerzas estadounidenses como consecuencia de esa conversación telefónica, murió días después en un ataque aéreo estadounidense. Sin embargo, en la misma entrevista, habló también sobre Abdul-Hag Wasiq. Dijo que el Mullah Omar, quien, según afirmó, estaba viviendo en un lugar seguro en las montañas del norte de Kandahar, le había pedido que le visitara, pero que no había podido hacerlo así, “porque mucha gente me conoce, y me aterra que me capturen en algún lugar de la carretera. Por eso envié a Kandahar a mi ayudante el Mullah Abdul-Haq Wasiq. Desafortunadamente, fue capturado por agentes estadounidenses en Ghazni”.

Esto sugiere que Wasiq o llevó a cabo sus propias negociaciones con los estadounidenses en Ghazni, o fue invitado y después traicionado por el señor de la guerra local, porque fue arrestado tras el encuentro, junto con Gholam Ruhani, por los operativos de las Fuerzas Especiales, que declararon que eran “el número dos y tres de la inteligencia talibán”.

En Guantánamo, Wasiq, que está aún encarcelado, ha sido esquivo sobre su papel en esa historia, afirmando que fue forzado a unirse a los talibanes, y que algunas veces actuó como viceministro de inteligencia, pero sólo para combatir el “robo y el soborno”. Eso no convenció a su tribunal, que le recibió con estas palabras: “Buenas tardes, Sr. Ministro. Rara vez hemos tenido antes a alguien de tanto prestigio y responsabilidad”. Sin embargo, Ruhani se mantuvo firme en que él no era el “número tres de la inteligencia talibán”. Dijo que era un recluta talibán, que cumplió con sus deberes en un puesto clerical para evitar ser enviado a la línea del frente, y explicó que se le había pedido que asistiera al encuentro entre el talibán y los estadounidenses porque había aprendido algo de inglés mientras estudiaba manuales de electrónica en un almacén que regentaba su anciano padre. “Entregué mi pistola y munición a los estadounidenses, como un acto de confianza, porque era un encuentro amistoso”, dijo. “Confiaba en salir de la reunión y regresar a mi vida, a mi tienda y a mi familia. En vez de eso, fui arrestado”.

El soldado de a pie

El segundo hombre, Omar al-Kunduzi, de 22 años, fue uno de los alrededor de 250 detenidos capturados por las fuerzas pakistaníes tras cruzar la frontera de Afganistán a Pakistán en diciembre de 2001. Nacido en Afganistán, había estado viviendo desde la invasión soviética en Arabia Saudí, donde llegó cuando tenía tan sólo un año de edad, pero volvió a Afganistán en septiembre de 2001. Dijo a su abogado que quería luchar en Chechenia (como hicieron otros diversos detenidos de los países del Golfo) y añadió que los representantes chechenos le habían aconsejado que se entrenara militarmente en Afganistán. Explicó que se había entrenado en el campo al-Faruq (un campo para árabes, establecido por el señor de la guerra afgano Abdul Rasul Sayyaf, pero asociado con al-Qaeda en los años anteriores al 11/S), pero que sintió asco, por motivos religiosos, de los hechos de los talibanes y al-Qaeda, insistiendo en que ambos grupos eran responsables de la muerte de musulmanes y eso, en su opinión, era un error. Esta, también, fue la explicación proferida por numerosos detenidos.

En su tribunal en Guantánamo, dijo que estaba en una casa en la ciudad oriental de Jalalabad cuando la ciudad cayó en noviembre de 2001, explicando que todos los que estaban en la casa se metieron en un camión y condujeron hasta las montañas de Tora Bora, donde permanecieron en una cueva durante un mes. No hizo mención alguna de Osama bin Laden, Ayman al-Zawahiri o cualquier otro personaje de al-Qaeda o los talibanes, que también estaban en Tora Bora en aquella época, y que todos habían escapado a salvo hasta Pakistán. En lugar de eso, al-Kunduzi explicó que salió para Pakistán con un grupo de árabes, pakistaníes y otros afganos y fue arrestado en la frontera, lo que le sorprendió. “No esperaba que me entregaran a los estadounidenses”, dijo, “creí que me tratarían como a un afgano”.

Los otros seis hombres liberados de Guantánamo la pasada semana y enviados a la prisión de Pol-i-Charki en Kabul estaban entre los cien o más detenidos –casi todos afganos- que fueron capturados entre diciembre de 2002 y agosto de 2003 cuando, con excepción de 29 detenidos, en su mayoría de “gran valor”, transferidos a Guantánamo en septiembre de 2004, septiembre de 2006 y a lo largo de todo 2007, fueron los últimos en ser procesados de los prisioneros de Guantánamo. Aunque muchos más afganos capturados durante ese período fueron liberados sin ser enviados a Guantánamo, y otros continúan detenidos en Afganistán, los que fueron enviados a Cuba eran en su mayoría hombres inocentes. Alrededor del 60% -incluyendo al menos 17 hombres que trabajaban para el gobierno Karzai- fueron traicionados por rivales oportunistas, que eran todos ellos demasiado conscientes de que los estadounidenses eran a la vez crédulos y perezosos y no harían intento alguno por investigar las historias de los hombres, y el otro 30% eran transeúntes detenidos arbitrariamente tras algunos ataques contra las fuerzas estadounidenses.

Haga clic aquí para leer la segunda parte de este artículo.

Nota:

Los números de los presos (y las variaciones en la ortografía de sus nombres) son los siguientes:
ISN 108: Abdul Rauf Aliza
ISN 3: Gholam Ruhani
ISN 222: Omar al-Kunduzi (Umar)

También mencionado:
ISN 4: Abdul-Haq Waziq
ISN 107: Jan Mohammed (Barakzai)


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net